Nuestros Comienzos

El año era 1945. El lugar, a 10,000 pies de altura por la cima de la Sierra en el Parque Nacional Dale Laitinen de Yosemite, California. Yo (Ed McMahon) tenía quince años de edad y andaba explorando solo en una tibia tarde de agosto, mientras acampaba con la familia.

La Segunda Guerra Mundial acababa de terminar en Europa y la rendición de Japón era inminente. Así que como muchos chicos de mi edad, empezaba a pensar en un futuro fuera de las fuerzas armadas.

Veía los ásperos picos brillar en contraste con el intenso azul del cielo. Aquí y allá persistían manchas de nieve cuya blancura contrastaba con el maravilloso verde del pasto de verano y de las flores silvestres. En este inmenso silencio de increíble belleza, podía sentir por primera vez desde que tenía nueve años, un espacio interior y una libertad que me permitían cuestionarme acerca de mi vida sin pensar en la guerra. ¿Qué debería hacer de mi vida? ¡Había tantas posibilidades!

El espacio que sentía en mi interior se parecía mucho a los espacios de los paisajes que me rodeaban. Estaban libres de edificios, coches, ruido o personas. Trepando a la cima de una saliente de granito en este jardín en el techo del mundo, con sus incomparables bonsai gigantes, me sentí sobrecogido por una sensación de reverencia y asombro, que me pedían que respondiera físicamente a una Presencia más allá de la sola belleza que me rodeaba.

No hablé de esta experiencia con nadie por muchos años. La relaté por primera vez en mi tesis de doctorado y después en un libro, con las siguientes palabras:

“Cualquier cosa que anhelas está justo en que la roca sea roca, el pasto sea pasto, el árbol, árbol. La flor sólo tiene que ser flor para ser plena, para estar en armonía con todo lo demás. Pero ¿cómo puede una persona sólo ser humana? A diferencia de los árboles y las flores, las personas se sienten confundidas acerca de lo que significa ser humana. Así es que tienes que pasar la vida buscando la respuesta por ti mismo. No busques con la mente, sino con tu cuerpo. Si puedes encontrar la manera de vivir en el cuerpo sin rechazar nada de el, serás guiado para descubrir la sabiduría que percibes en la naturaleza que te rodea.”

“Tu propio cuerpo es la llave que te introducirá en esta extensa y asombrosa Presencia, la fuente de toda la sabiduría”.

Una experiencia difícil de manejar para un joven. Definitivamente no era algo de lo que quisiera hablar, si quería evitar las miradas suspicaces. Sin embargo, esa tarde caló hasta mis huesos mucho más que por una simple curiosidad acerca del rol del cuerpo en el desarrollo humano. Casi sesenta años más tarde, resulta claro que he pasado mi vida buscando la respuesta. Este sitio en la web se ha creado a partir de ese camino y la dirección que ha surgido de esa experiencia.

Mirando en retrospectiva, ahora sé que el significado que tuvo esta temprana experiencia, es que nos ha dado al Instituto y a mí una dirección y tamiz para evaluar tanto la teoría como el crecimiento y las prácticas religiosas. Esto nos ha permitido de manera más efectiva utilizar la investigación de otros en el desarrollo de lo que ahora llamamos “el hábito de darse cuenta y nutrir los sentimientos importantes”. En síntesis, nos permitió ver lo que tenía importancia y lo que no, mientras se formaba un enfoque BIO- espiritual.

Pierre Teilhard de Chardin

(Paleontólogo)

Poco antes de morir en 1955, el renombrado paleontólogo Jesuita Pierre Teilhard de Chardin, había soñado en fundar un instituto para el estudio científico de lo que él llamó, “energéticas humanas”. Como camillero durante la Primera Guerra Mundial, sintió a diario la agonía y muerte de los hombres heridos a quienes recogía del frente de batalla. Esta experiencia nunca lo dejó. Después surgió la Segunda Guerra Mundial con la destrucción de millones.

Habiendo vivido estos horrores, los interminables peligros de nuestra era atómica, y la destrucción del ambiente que había observado durante sus viajes por el mundo, Teilhard concluyó que la pregunta importante a investigar por dicho instituto sería: “¿es que existen recursos interiores desconocidos en la especie humana que, si se hacen surgir, pueden hacer posible no sólo que sobrevivamos, sino que también podamos crecer superando nuestras tendencias destructivas?”

Había observado que década tras década esta plaga de destrucción humana combinada con avances tecnológicos creaba un indescriptible poder devastador. Se preguntaba a sí mismo, “¿Es que existe alguna energía de vida orgánica, espiritual o motivacional en el interior del ser humano que pueda ser despertada para guiarnos hacia una transformaci ón de vida?”

Eugene T. Gendlin,

(Filósofo y Psicoterapeuta)

En una era que rápidamente se concientizaba de la evolución misma, Teilhard se preguntaba si había posibilidades prácticas que surgieran de esta nueva conciencia, que pudieran detener el descenso hacia una mayor tragedia. ¿es que era posible que nuestra especie se fijara nuevas metas descubriendo un nuevo curso pragmático a seguir?

Durante los años transcurridos entre la muerte de Teilhard y la fundación del Instituto, surgió una pieza de información que sería explorada por Eugene T. Gendlin, un filósofo de la Universidad de Chicago.

La relación dinámica entre la filosofía de Gendlin y la investigación de Rogers proporcionaron un punto de referencia único y nuevo desde el cual examinar el conocimiento humano.

Carl Rogers

(Investigador y Psicólogo humanista)

Carl Rogers había identificado “la congruencia”; la capacidad de sentir los propios sentimientos de manera física y permitirles que se simbolizaran correctamente, como la clave del crecimiento humano. La falta de tal congruencia traía como consecuencia una profunda desconexión interior dentro de la persona. Esto a su vez, ocasionaba la ruptura de relaciones externas y percepciones, creando todo tipo de condiciones patológicas. Gendlin se propuso, aprender más acerca del proceso interno de experiencia que llevaba a una manera de vivir congruente y conectada. Notó que el significado nunca era sólo un pensamiento en la mente. También era sentido en el cuerpo. Además se dio cuenta que el cuerpo es más que un conducto por el cual la emoción, el sentimiento y la sensación física conducen los datos del mundo exterior a la mente para procesarlos. Más bien, el cuerpo agregaba su propio conocimiento implícito y significado sentido a los estímulos sensoriales. No era sólo un agente pasivo, sino que participaba de manera dinámica en el drama de la evolución humana. Gendlin llamó a esto “sensación sentida”. Era un conocimiento “sentido” en el cuerpo. No sentido como por los cinco sentidos, sino más bien en “ella hace sentido” en dónde la palabra sentido tiene significado, incluye pero también contiene mucho más que la sola sensación física o la emoción. Gendlin desarrolló un proceso que podía ser enseñado para acceder a las sensaciones sentidas, a lo que llamó “Focusing”.

Lancelot Law Whyte.

(Físico y filósofo)

Por supuesto que hubo muchas otras influencias tempranas en el desarrollo de lo que ves en este sitio web. Cerramos el resumen de nuestros orígenes con dos nombres más. Primero, el del físico y filósofo, Lancelot Law Whyte.

Whyte escribió el libro, “El Siguiente Desarrollo del Hombre” en el cual, entre otras aportaciones, hace una de las críticas más incisivas del pensamiento idealista y de las fallas del cristianismo al no incluir “el proceso corporal para alcanzar la plenitud” dentro de la espiritualidad.

L.L. Whyte tuvo una influencia significativa en Carl Rogers y ayudó a forjar el desarrollo de su pensamiento. Aún cuando Whyte no pudo ofrecer ningún “proceso de cambio” efectivo, su perceptivo análisis de la persona “disociada”, que para él era la persona “desconectada”, tuvo un profundo efecto en Carl Rogers cuando desarrollaba su concepto de “congruencia”.

Karl Rahner.

(Teólogo)

Mientras se daba este movimiento creativo en el campo de la filosofía y la psicología, un tipo similar de desarrollo se estaba dando en el mundo de la teología en los escritos del teólogo alemán, Karl Rahner.

Se puede decir que Karl Rahner fué uno de los teólogos que más influyeron en el Siglo 20. Tuvo un “poderoso sentido de desarrollo” y continuamente buscó introducir esta perspectiva en sus reflexiones teológicas. Cuando discutía los méritos de una visión evolutiva del mundo en un artículo en 1962 por ejemplo, llegó a decir que “el espíritu y la materia... son momentos en una historia dinámica... y podemos decir que la materia por sí misma esencialmente se desarrolla hacia el espíritu”.

El escenario estaba puesto para que dos investigadores en la psicología de la religión construyeran sobre los cimientos puestos por Carl Rogers, Eugene Gendlin, L.L. Whyte, Karl Rahner y Pierre Teilhard de Chardin