¿Alguna vez has estado fuera caminando sin un paraguas y comienza a llover? Si no hay un resguardo cerca, ¿reconoces el sentimiento de jalar tu saco alrededor de tu cuello, caminando más de prisa, tal vez arrugando tu cara y un poco haciendo el bizco? ¿Has sentido alguna vez tensarse tu cuerpo, como si al tensar tus músculos pudieras de alguna manera quitarte mejor el agua? Tratas de mantener la lluvia y todo lo mojado fuera de ti.
Lleva esta experiencia un poco más lejos. ¿Te ha atrapado alguna vez un aguacero donde no había escapatoria? Al principio trataste de mantenerte seco, luchando por no mojarte. Pero pronto, esto no tuvo caso. Podías sentir el agua entrando por tu cuello. Tus zapatos parecían lanchas. Eventualmente todo acabó empapado.
En ese momento, ¿te dijiste alguna vez, bueno, ¡qué importa! y deliberadamente dejaste de luchar por mantenerte seco? ¿Puedes recordar cómo se sentía simplemente caminar bajo la lluvia sin cuidar de mojarte?